Nosotros, como buenos
occidentales que somos, y seguramente un
poco influidos por esa forma de vida aburguesada que llevamos a causa del agitado
y desmedido avance del capitalismo, no solo hemos ido perdiendo con el tiempo
el sentido y el gusto por el “buen vivir” (que es un vivir inmerso en el arte
de vivir) sino que también hemos ido
tergiversando su legendario sentido hasta confundirlo completamente con el
“bien vivir”, (entendido como “vivir bien”), es decir, aferrados a los lujos y las posesiones materiales, pero apartado
de lo que antiguamente tenía que más que ver con la espiritualización y el Arte
de Vivir.
¿Un libro que enseña a saborear la vida?
¿Por qué a lo largo de la historia de la filosofía china sabios y
eruditos de todos los tiempos nos han venido hablando de un “arte de vivir”
como si, con vivir simplemente, no alcanzara?
La vorágine anonadante de estos alocados tiempos pos modernos nos ha
conducido finalmente a un callejón sin salida: o bien pasamos gran parte de
nuestros días automatizados, alienados a la mecánica y cotidiana avidez del
consumismo y su mortífera demanda de consumir más, cada vez más; o bien vivimos
cada vez más alejados de la naturaleza y de lo que es verdaderamente esencial,
desconectados del cielo y de la tierra, de la palabra verdadera que nos une a
nuestros semejantes desde el sentimiento, dirigidos ciegamente en una dirección
fantasmática, totalmente opuesta a los designios de nuestros verdaderos deseos.
Podríamos entonces adoptar una postura semejante a la de los antiguos
griegos y chinos y pensar que no existe tal cosa como un “buen” vivir. Pero afortunadamente
y para sorpresa de muchos de nosotros, hemos logrado rescatar de las entrañas
del olvido una milenaria forma de pensar y de actuar en la vida (una forma
amorfa y sin embargo no caótica), una manera de sentir con el cuerpo y con el
alma cada minuto de nuestra vida, y hacer –sin hacer- del “buen vivir” un
“vivir bien”, que es una forma de hacer de la vida un arte, “un arte de vivir”.
Así como Sun Wu Tzu ha escrito El
arte de la guerra hubo alguien que siguiendo esa misma dirección y
lineamientos –al arte me refiero- trazó con caracteres chinos el camino que
conduce hacia el Arte del Vivir. Quien haya sido ese sabio sibarita que en la
historia del pensamiento filosófico fue lo suficientemente lúcido e inspirado
como para comparar la vida con el arte, merece nuestra más sentida admiración e
interés.
“¡Oh, caminante, artista y
artesano, tú que haces de tus pies la
gubia que cincela, la huella que refracta, la pisada que golpea ciegamente en
el camino, has de tu vida una obra de arte!” –puede leerse
en un apartado de El tao de la degustación, llamado “El escultor que se talla
a sí mismo”-.
La historia del libro es harto confusa. Poco y nada se sabe sobre la
fecha de su elaboración. El comentarista de la obra no suele hacer aportes
demasiados significativos, solo bordea
el problema de la identidad de su autor sin introducirse en una investigación
demasiado profunda. El origen de El tao
de la degustación se oculta detrás una nebulosa; el trayecto que ha
recorrido hasta llegar hasta nosotros todavía permanece incierto, y para
muchos, indiferente. Tal vez nuestra investigación pueda descorrer el velo de
misterio y arrojar un manto de luz sobre la impronta que hubo de dejar su paso
por la historia del pensamiento chino. El enigmático autor anónimo es
probablemente el mayor de los misterios no resueltos hasta el momento. Creemos
que es posible dirigirnos en esta dirección y elaborar una tesis que prometa la
solución –al menos pasajera- sobre quién ha sido el espíritu que ha urdido la
trama de este fascinante sistema de “codificación de sentidos”. Lo único que se
conoce a ciencia cierta es que la obra es de origen chino, y que su autor ha
debido ser un poeta, un filósofo, o un místico de la época del período
Sung.
En un principio, emprendimos la investigación historiográfica del Tao de la Degustación guiados
únicamente por la luz de la intuición.
Luego, poco a poco, hemos ido descubriendo ciertos datos que nos han llevado a
reflexionar sobre la autenticidad del libro, y más aún, sobre la identidad de
su autor, supuestamente desconocido.
Varias de estas pistas nos han conducido hacia la legendaria figura de
uno de los románticos chinos más famosos de la dinastía Sung. Su historia es
revisada y analizada aquí bajo la luz de un sorprendente hallazgo. A pesar que
ésta es la versión menos aceptada por
los eruditos, sigue siendo la más “creíble”, y porqué no, la más “real” para el
autor de estas líneas.
El autor
que citamos en estas páginas escribió El tao de la degustación
inspirado en un manuscrito de origen chino, titulado: El sabio, el saber y el sabor, hallado por azar en una vieja
librería de Hong Kong. La extraña obra fue adjudicada al célebre poeta Li Po
por un comentarista posterior llamado, Wong Shechia, escritor de origen
cantones -no muy conocido por los chinos contemporáneos- y comprende 101 piezas
poéticas, junto a un exhaustivo análisis del espectro del sabor.
El libro es un sofisticado sistema de
codificación de gustos y sabores, basado en la milenaria estructura matemática
del I Ching. Es un
interesantísimo vademécum de combinaciones entre saberes y sabores. Un
verdadero tratado sobre medidas y proporciones que hace del simple placer de
degustar –o vivir situaciones- un arte. El libro es sumamente complejo y de
difícil abordaje. Para la comprensión del mismo es menester dominar dos artes tan
antiguas como el hombre: el I Ching y el
vino. Posiblemente las generaciones posteriores a su publicación no pudieran
penetrar en la oscura lógica del libro y, confundiéndola con el desvarío de un
viejo loco y borrachín, halla sido
ignorada por tantos siglos.
La estrecha vinculación entre Shechia y la novedosa filosofía de El tao
de la degustación nos ha llevado a descubrir una de las mayores obras del pensamiento
chino, perdida en una pequeña biblioteca de un templo taoísta. Jamás nadie
sospechó que Li Po hubiera escrito una prosa de semejante contextura analítica
hasta que el letrado comentarista halló firmada la obra con el seudónimo “Hena T´ang T´uei Shih”
“El sabio retirado del estanque de los lotos”. (Uno de los nombres de fantasía
de Li Po).
El brillante comentarista de El sabio, el saber y el sabor sostiene
que el libro - originariamente destinado a un selecto grupo de discípulos o
“degustadores”, amantes de la poesía, del buen vivir y del buen beber, como su
maestro- es una selección compilada después de la muerte de su autor por un
editor anónimo que, no estando de acuerdo con el título original, decidió
cambiarlo por otro. Shechia presume que la obra fue publicada por sus amigos o
discípulos después de la muerte de su compilador, durante el tercer año del
reinado del emperador Ch´ien Lung (1735 –1795). Y alega que el título de la
selección (Trescientas jarras de vino, de la Dinastía T´ang) se basa en la
deformación de un dicho popular: “Mediante la lectura concienzuda de los 101
poemas T´ang, sobre el arte del degustar, cualquiera puede vivir en el Tao sin
necesidad de aprendizaje”.
Según Shechia, Li Po no ordenaba sus poemas
ni demostraba interés alguno en su publicación. Y como dice él, es probable que
de los veinte mil poemas que escribiera durante su extensa vida -y de los que
apenas han sobrevivido la décima parte- alguno de ellos fuera esta inédita obra
que hoy conocemos como El tao de la
degustación, considerada por su comentador
como “El paradigma chino del arte
de vivir”.
Nosotros, por nuestra parte, no solo
hemos emprendido la investigación del precioso manuscrito al que hacemos
referencia, sino que, dado el
rudimentario conocimiento que poseemos del idioma chino, hemos decidido
realizar personalmente la traducción del mismo, pero en estrecha colaboración con eruditos y
estudiosos de origen chino, especialistas en dicha lengua y filosofía.
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